En recuerdo al Dr. Ramón Zaragozano Guillén
ALABESOS!
Hace unos días nos dejó Ramón Zaragozano, socio de SERVEI, radiólogo intervencionista del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza.
He tenido el orgullo y el placer de poder compartir con él sus últimos años profesionales en el hospital. Fue una gran persona y fue muy querido como compañero en todo el entorno hospitalario. No era indiferente a nadie.
Ramón fue una persona íntegra, apoyando su vida en unos pilares muy básicos y estables como la familia, los amigos y los hobbies, entre los que por supuesto, el trabajo era uno de ellos.
Se sentía orgulloso de su esposa Mariví y de sus dos hijos, Cristina y Guille. Aun siendo persona reservada con su intimidad, transmitía su preocupación por ellos, por su salud, su bienestar, pero sobre todo, por su felicidad. Y esa preocupación era recíproca.
Auténtico en todas las facetas de la vida. Ramón era muy entregado a sus pasiones. Devoraba libros de Filosofía y asistía regularmente a clases en la Facultad. Intentaba sin mucho éxito adentrarnos en ese mundo, pero lo que sí que conseguía era transmitir sus conocimientos y pensamientos sobre filósofos en las sesiones matinales hospitalarias. Tenía siempre la frase o la idea correcta para poder aplicarse a los casos clínicos de cada mañana. Él sabía que le escuchábamos y tomábamos buena nota de sus lecciones, que ahora seguimos recordando en el día a día.
La pintura, la fotografía, la música clásica eran pasiones artísticas que Ramón tenía. Realizó exposiciones con finalidad divulgativa fundamentalmente, llegando a vender prácticamente todo el material expuesto con grata sorpresa por su parte. Era además aficionado a la cocina, la tradicional como él decía, la que se realizaba sin aparatos modernos que cocinaran por él. Se manejaba con soltura y nos sorprendía con recetas nada tradicionales.
Gran aficionado a la tauromaquia y experto en la utilización correcta de su léxico. ¡Cuántas veces aplicaba jergas taurinas en las intervenciones de cada día! Chicuelina, porta gayola, farolear, entrar al quite, bregar, echar un capote,… se convirtieron en términos habituales, sin olvidar los pases toreros que, con su delantal plomado, nos regalaba después de una intervención/faena.
Tenía muy claro su oficio, como él lo definía. Era consciente de que mediante el intervencionismo se pueden hacer grandes cosas, pero también se podía hacer mucho daño al paciente. Sus dos principios básicos eran “Primum non nocere” y “las cosas difíciles las hacemos, las imposibles las intentamos”. Parecen incompatibles, pero Ramón sabía combinar estos dos principios y sabía siempre dónde estaba el principio y el final de cada intervención, siempre pensando en lo mejor para el paciente. Tenía ganado el respeto de todo el hospital y cuando sus compañeros solicitaban su colaboración estaban seguros que acudían a un auténtico profesional, con buena cabeza, buenas manos y unas ganas enormes de trabajar bien y por el paciente. A todo ello se unía su peculiar sentido del humor, consiguiendo todos los días poder trabajar y reír creando un buen ambiente en nuestro grupo hospitalario.
Ramón, espléndido en todo momento. Le gustaba dar sin tener que recibir nada a cambio; incluso no le gustaba recibir ni las gracias, porque pensaba que de por sí constituía una manera de devolver lo entregado y ya no tenía mérito.
Dejas un hueco inmenso en nosotros, imposible de llenar. Tienes tu lugar reservado allí donde están los hombres buenos, los buenos de verdad, porque si algo te define, Ramón, es tu bondad y tu integridad.
Estés donde estés, recibe este ¡Alabesos!
Dr. Joaquín Medrano Peña
Radiología Intervencionista. Hospital Miguel Servet. Zaragoza